4 de octubre de 2024

Vida y obra de un tal Juan L Ortiz

TEXTO FRANCO GIORDA

FOTOGRAFÍAS PRENSA EDICIONES UNL

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Narrar los días de un poeta como Juan L. Ortiz no es tarea sencilla. La prueba está en que, hasta ahora, a pesar de su celebridad, nadie había asumido el riesgo de abordar cabalmente una biografía del autor de En el aura del sauce. En todo caso, lo que se encontraban eran fragmentos de episodios de su vida con muchos baches que quedaban en blanco. Las razones de esta situación son múltiples y, al respecto, se pueden tejer varias hipótesis. Por ejemplo, surgen preguntas como ¿será su marginalidad en relación a los círculos consagratorios lo que llevó a esta situación? ¿será la escasa vocación de archivo que impera en general? En fin, las elucubraciones pueden ser muchas. Sin embargo, ha sido el periodista y poeta Mario Nosotti quien finalmente emprendió la odisea por el vasto y mítico universo ortiziano para volver con una producción sobre la historia de sus días. El pionero trabajo de Nosotti ha sido publicado recientemente por Ediciones UNL con el título La casa de los pájaros. Notas sobre la vida y la obra de Juan L. Ortiz.

La labor de Nosotti no es una biografía al estilo clásico, sino que le incorpora al abordaje histórico su propia experiencia subjetiva de Juan L. Esta particularidad no es una autorreferencia gratuita sino una propuesta de comunicación con quien lea el libro. Luis Chitarroni, en la contratapa de la obra, lo dice del siguiente modo «¿Quién es Juan L. Ortíz? A partir del poema “La casa de los pájaros”, o mejor, confluyendo hacia él, el autor de este libro se propone habitar la pregunta siguiendo el recorrido de su historia de lector».

Ambas perspectivas, la tradicional y la propia, son articuladas en un estilo ensayístico. Nosotti elabora esta trama con la voz y la mirada de otros con los que departe y coteja impresiones como pueden ser Salvadora Medina Onrubia, Miguel Angel Federik, Hugo Gola o Juan José Saer.

En la travesía de Nosotti se exponen las razones que hacen de Juan L un poeta extraordinario que no permite ser atrapado en categorías o corrientes establecidas. Por supuesto que son identificables distintos rasgos de una y otra vertiente o tradición, pero Nosotti se encarga de señalar ese terreno particular de Ortíz, quien con su voz inventó un lugar singularísimo. En este sentido, comienza definiendo al oriundo de Puerto Ruiz por la negativa; es decir, no es regionalista, no está ligado a la vanguardia, no es un poeta social, no es un «poeta de provincia» (como se podría calificar desde el centralismo porteño). De todo esto puede percibirse algo, pero su producción poética excepcional lo distinguió por fuera de esas categorías. Nosotti se pregunta ¿qué era eso nuevo de Juan L? (esta pregunta puede extenderse al presente: ¿qué sigue siendo lo nuevo de Juan L?). Otra formulación del interrogante planteado es ¿por qué Juan L produce fascinación? Estas cuestiones no tienen una respuesta definitiva ni breve, sino que su abordaje es desplegado en cada palmo y en cada detalle del desarrollo de La casa de los pájaros. El lector y la lectora completa la respuesta a cada vuelta de página.

Como parte de la indagación sobre esos asuntos esta biografía/ensayo/diario de lector también cuenta con una especie de álbum de familia, una detallada cronología, documentos inéditos que incluyen fotos, papeles personales y hasta parte del árbol genealógico de Juan L. El tratamiento original y el material reunido otorgan un sentido sugestivo a esta novedad editorial.

Con el propósito de contar con un buen guía hacia el país de Ortíz, 170 Escalones propuso el intercambio de preguntas y respuestas a Mario Nosotti. Lo que sigue es el resultado.

¿Por qué decidiste escribir sobre la vida y la obra de Juan L Ortíz?

Desde que, siendo un adolescente, oí su nombre en un taller literario y luego, a partir del dossier que le dedicó el Diario de Poesía, empecé a interesarme en su trabajo, algo me deslumbró. Se produjo una especie de encuentro que tenía que ver con una forma de decir y ver el mundo. La poesía era el centro de ese impacto, pero también la leyenda del hombre, la estampa que con los años habían cimentado periodistas y amigos, y el mismo Ortiz obviamente, que era consciente y abonaba dicha construcción. También se coló ahí algo de mis ancestros entrerrianos. Mi abuela nació en Gualeguaychú y su padre vivió en Villaguay por la época en que el niño Ortiz se abría paso en esa misma ciudad. Luego hubo varios sucesos –largos de explicar– que sutilmente parecían confirmar que tenía que hacer este trabajo. En 2014 a través de una beca del Fondo Nacional de las Artes empecé a trabajar sobre distintos aspectos de su obra. Como ya había por entonces abundante material crítico, me propuse abordar el costado más biográfico, del que había poca y siempre repetida información. Lo que pasa es que en el caso de Ortiz lo biográfico se entrama en la escritura de un modo singular y esa contaminación me interesó muchísimo.

¿Cuál es la razón por la cual tu libro está construido tanto a partir de la biografía y el trabajo del poeta como de tu experiencia subjetiva en relación a Juan L?

Pasó lo siguiente. Yo llevo desde que tengo memoria un diario personal, terapéutico diría, donde anoto mis cosas (debo tener como cincuenta cuadernos) y durante los años en los que trabajé con Ortiz mucho de los anhelos y preocupaciones del proyecto empezaron a colarse en esas notas. Muchos deben saber hasta qué punto un trabajo de este tipo se mete en la cotidianidad de uno. La inmersión en la obra y el imaginario de un autor lo transforman a uno tanto como uno transforma los materiales que va encontrando. Entonces, mientras buscaba el tono del libro, mientras me preguntaba qué era lo que quería hacer, me di cuenta de que ahí había una veta. Decidí incorporar algunas de las entradas de esos cuadernos y hacerlas dialogar con el resto.

¿Cómo fue el proceso de investigación y cuánto duró?

El proceso de trabajo más fuerte duró casi seis años. Fue un trabajo intermitente. Dos o tres veces lo abandoné porque sentía que me superaba. Si bien yo venía escribiendo notas críticas desde hacía algunos años, no tenía experiencia en este tipo de ensayos, ni en el trabajo de investigación que requieren. Vengo de la poesía, no de la academia, así que fui inventando un poco mi camino. Leí todo lo que encontraba, viajé bastante, y me encontré con gente que me aportó sus cosas. Cuando uno viaja las hipótesis aparecen y se va dibujando un horizonte.

¿Qué decisiones tomaste en relación a la documentación y las fotografías que aparecen en el volumen? 

Cuando dejé de lado la idea del ensayo en el formato más tradicional y me puse buscar información sobre Juan L, empezó a aparecer material documental (partidas de nacimiento y matrimonio, actas de escuela, fotos desconocidas) y entonces intuí que el libro iba tener algo de álbum de familia. Está el descubrimiento de esa casa –a la que Ortiz evoca en su poema– que fuimos a conocer personalmente y que fotografiamos, y la reconstrucción del árbol genealógico, entre otros documentos. Casi todo ese material aparece hacia el final del libro y creo que le da un espesor y una apoyatura que convive muy bien con otras partes más subjetivas y conjeturales.

¿Tenés alguna hipótesis en cuanto a que, hasta tu libro, no se había publicado una biografía de Juan L?

Es raro, más si pensamos que Ortiz es uno de nuestros principales poetas y hasta, me atrevería a afirmar, de los más grandes de nuestra lengua. Pero no tanto si tenemos en cuenta que las biografías de escritores, especialmente de poetas, fueron durante mucho tiempo más la excepción que la regla en nuestro país. Además sigue existiendo una especie de prejuicio sobre si vale la pena biografiar a un poeta. Y todavía más si se trata de uno del que solo se dice que permaneció siempre en su provincia y no hizo otra cosa que contemplar su entorno y escribir (hablo de la vulgata). De todo esto también habla este libro.

¿Qué razones considerás que hacen de Juan L un poeta vigente, un poeta vivo? En relación a esto, ¿cómo ves la recepción que tiene su obra a lo largo del tiempo?

(Juan José) Saer decía que hay obras que se resisten al juego de las caracterizaciones y tienen en sí mismas el antídoto contra la oficialización. La recepción de la obra de Juan L. fue lenta y dificultosa pero también constante, subterránea, pregnante como pocas. Pasó por décadas de marginalidad, pero siempre tuvo sus acólitos, iniciados a los cuales encendió como un fuego. Hasta que su obra se reunió por primera vez, unos años antes de su muerte, sus libros eran casi inhallables, pero ya muchos como (Francisco) Urondo, (Carlos) Mastronardi, (Hugo) Gola lo reivindicaban. Gran parte de esa primera edición fue decomisada y quemada por la dictadura. A partir de la edición crítica que llevó adelante Sergio Delgado de la mano de la Universidad del Litoral en 1996 la atención a su obra no paró de crecer. También su nombre empezó a bautizar salas y bibliotecas, lo que no necesariamente quiere decir que se lo lea más. Me parece que la obra de Juan L combina como pocas clasicismo y vanguardia. Nunca necesitó ser estéticamente contestatario para ser un poeta del futuro. Le bastó con retomar y amalgamar ciertas vertientes como el modernismo, el simbolismo, sus amados chinos, entre otras, e ir encontrando los recursos formales que en sus últimos libros lleva hasta el extremo. Todo eso implica, por supuesto, una mirada nueva. De todos modos, lo que a mi juicio lo hace único es una especie de implicancia profunda, una mezcla de intuición y de fe.

¿Cómo considerás que dialogan tus notas con la Obra Completa del autor gualeyo publicada recientemente, en segunda edición, por Ediciones UNL y EDUNER?    

Cuando había empezado a escribir la parte más biográfica del libro, Sergio Delgado, con el que veníamos intercambiando algunos correos, me propuso encargarme de elaborar la cronología que integra la nueva edición ampliada de la obra completa de Juan L. Ahí se me planteó el dilema de cómo utilizar las notas de mi libro sin repetirme. Lo que al principio me pareció un problema fue algo que finalmente potenció ambos libros. Hay obviamente mucha información en espejo, pero en cada libro se entabla un diálogo distinto con el resto de los materiales. Por otro lado la parte biográfica de La casa de los pájaros se interrumpe abruptamente cuando Ortiz se instala en Paraná –si bien al final hay una cronología completa–, o sea que esta «biografía» queda abierta, espera quien la retome y se proyecta hacia el futuro.

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