TEXTO FRANCO GIORDA
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Cry Macho no es de las mejores películas de Clint Eastwood. Incluso, está lejos de la calidad de las anteriores que realizó: The mule (2018), en la que también fue protagonista, y Richard Jewell (2019). En el actual estreno, el actor, director y mito viviente del cine encarna, a sus 91 años, a Mike Milo, un viejo cowboy y ex campeón de rodeo que vive en Texas. La historia está ambientada hacia finales de los 70 y principios de los 80 del siglo XX. Por viejas deudas, su personaje se ve obligado a buscar en Méjico al hijo de 13 años de su antiguo jefe. Entonces, el nudo se teje a partir de la relación entre el experimentado anciano y el inexperto púber. En este sentido, la trama es más bien sencilla y, salvo la de Clint, las interpretaciones del resto del elenco son desparejas.
Dicho esto, cabe reivindicar algunas otras cuestiones de esta obra. Por ejemplo, hay dos aspectos sobresalientes de la plástica cinematográfica. Por un lado, están los planos generales que Eastwood logra del desierto a partir de perspectivas singulares. De este modo, con gran oficio y sensibilidad, el consagrado cineasta se las arregla para ofrecer una visión renovada del entorno árido y polvoriento, ya mil veces representado en otras historias de gringos y mejicanos. Por otro lado, destacan los autorretratos que logra con su silueta a contra luz. Apelando a la iconografía típica del western, delinea su estampa como una sombra en el crepúsculo o en la luz mortecina que ingresa por una ventana. De tal forma, demuestra su estado de lucidez estética y la capacidad de rescatar lo mejor que el género ha dado en este sentido.
A ambos aciertos se suma la virtud de no regodearse en los planos más logrados, sino que pasan como cualquier otro y esto hace que la mirada del ojo cinéfilo se quede con ganas de más y eso es una buena señal.
En otro orden, el personaje Mike Milo, un factible alter ego de un duro como Clint Eastwood, toma distancia reflexiva de su pasado para asegurarle a su joven compañero que no es bueno ser «macho». Puede pensarse, entonces, que lo grande del asunto está cifrado en el título mismo de la obra. La expresión «Cry Macho» es una declaración ante uno de los principales problemas de esta época. La valentía de tener, hacia final de la vida, una postura crítica sobre una figura que, en otro momento, naturalizó (o hasta legitimó), es de una admirable nobleza.
Queda aún otro punto a favor. La filmografía de Eastwood está construida a partir de variaciones de la violencia de distinto tipo y calibre. Sin embargo, en este trabajo, Clint/Mike no apela a revólveres ni pistolas para resolver situaciones conflictivas. El realizador, miembro de la Asociación Nacional del Rifle, ha decidido en esta producción que su personaje principal prescinda del uso de las armas.
Con este trabajo, Eastwood demuestra que no ha perdido su carácter para seguir haciendo un cine que explora cuestiones incómodas y polémicas. No son muchos los que pueden armar revuelo con su obra y esta leyenda del cine sigue estando en forma para hacerlo.
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