8 de septiembre de 2024

Mucho más que un trapo rojo…

TEXTO ALEJO MAYOR

 A 100 años de la masacre del 1º de mayo en Gualeguaychú

 

 

1° de mayo: «no vamo’ a trabajar»

El 1° de Mayo se celebra en todo el mundo el Día Internacional de los Trabajadores desde que, en 1889, delegaciones de varios países del movimiento obrero así lo consagraron en Paris, reunidos en un Congreso de la Internacional Socialista. La fecha escogida conmemora el inicio de la tremenda huelga de los obreros estadounidenses por la jornada de ocho horas de trabajo en 1886, que pasó a la historia por la ejecución de los obreros anarquistas bautizados por la historia como «los mártires de Chicago» y finalmente concluyó en una victoria obrera. De esta manera, el Día del Trabajador quedó instaurado como una jornada internacional de lucha, asociada en sus inicios a la reducción de las jornadas laborales. Primera cuestión: lo que se celebra es al «trabajador», no al «trabajo». De hecho, se asocia el día a la lucha por menos trabajo, concebido este en las condiciones del capitalismo, como explotación de los obreros.

En Argentina, el primer día de Trabajador se celebró al año siguiente, en 1890, motorizado principalmente por trabajadores de origen alemán nucleados en el Club Vörwarts, una organización de inspiración marxista que sería uno de los núcleos fundacionales del Partido Socialista, en los años siguientes. La fisonomía del incipiente movimiento obrero «argentino» era profundamente internacional, lo que quedó expresado en los concurrentes y los oradores que se expresaron en varias lenguas. Segunda cuestión: la celebración del primero de mayo es profundamente internacional tanto por su forma como por su contenido y esto se acentuaba en Argentina en tiempos en que las filas obreras provenían de los orígenes nacionales más diversos y en muchos casos ni siquiera hablaban el idioma.

PROLEPSIS: Por esos caprichos del calendario, otra efeméride le vino a disputar el espacio en el almanaque al día del trabajador en Argentina y particularmente en la provincia de Entre Ríos: también un 1° de mayo de 1851 se produjo el famoso «Pronunciamiento» del benemérito caudillo entrerriano Don Justo José de Urquiza contra el caudillo bonaerense Don Juan Manuel de Rosas. El terrateniente, ganadero, militar y federal entrerriano le «aceptaba» las renuncias al terrateniente, ganadero, militar y federal bonaerense. Un desafío a la dominación política y económica de Buenos Aires que en su momento solo fue apoyado por Corrientes. Este día, claro está, representaba un motivo mucho más «criollo» y «entrerriano» de celebración…

 

Titular del diario El Argentino de Gualeguaychú

 

El ’21: año sangriento

Un siglo atrás, la situación del movimiento obrero argentino alcanzó tintes dramáticos. Las penurias económicas que habían desatado las consecuencias de la primera guerra (que todavía no era «primera» sino «gran» guerra) sobre las espaldas del pueblo trabajador, sumados a fenómenos como la revolución rusa, la alemana y el bienio rojo italiano; habían sido caldo de cultivo para el desarrollo de grandes luchas proletarias, con la semana trágica de enero 1919 como principal hito de este ciclo. Para 1921, las clases dominantes argentinas ya querían ponerle un freno a este movimiento y lo hicieron a sangre y fuego. El ’21 no fue un año más en materia de represiones sangrientas, de sur a norte se vivió una intensificación de la violencia empresaria que tuvo sus hitos más reconocidos en las represiones a los peones rurales en Río Gallegos («la Patagonia Rebelde», que tan bien documentó el querido Osvaldo Bayer) y a los obreros del quebrachal de La Forestal, en el monte del chaco santafecino. En estas represiones, además de las fuerzas represivas del Estado, fuerzas paramilitares como la Liga Patriótica Argentina (fenómeno que se reproducía internacionalmente con las Freikorps en Alemania, los fascios en Italia o las Guardias Blancas en Rusia). Estos hechos no fueron ajenos a la provincia de Entre Ríos, donde en ocasión del 1º de Mayo, en Gualeguaychú, se vivió la represión más importante de la historia del movimiento obrero entrerriano.

 

Jinetes de la Liga Patriótica por las calles de Gualeguaychú

 

Yo quiero a mi bandera…

Gualeguaychú era por aquellos tiempos el centro neurálgico del joven movimiento obrero entrerriano. Allí se había constituido la Federación Obrera Departamental (F.O.D), que se aprestaba a organizar el acto correspondiente al primero de mayo en un contexto provincial picante, ya que en el mes de febrero se habían producido enfrentamientos en un acto obrero por la liberación de un trabajador que había sido apresado en un conflicto de estibadores contra los dueños de las trilladoras, y en el intercambio de balas se había producido la muerte del joven Héctor Montiel, de 17 años, hijo del terrateniente y senador radical Alberto Montiel, presidente de la Liga Patriótica de Villaguay.

Del otro lado de las clases sociales, la Liga Patriótica organizaba su propio acto del primero de mayo, en celebración del 70 aniversario del Pronunciamiento urquicista. La cita sería en el hipódromo de la ciudad, donde habría asado con cuero, vino y alguna que otra ginebrita para deleite de la paisanada, al calor del mediodía, luego de un desfile «patriótico» a caballo por las calles de la ciudad del que también participó la banda musical del Regimiento 10° del Ejército, los alumnos del Colegio Nacional y los boy scouts, todo pletórico en banderas blanquicelestes. El acto obrero, por su parte, se realizaría en la Plaza Independencia (hoy denominada Plaza San Martín) a las 15 de acuerdo a la autorización del gobernador radical Celestino Marcó. Estaba la pólvora, estaba la mecha, solo faltaba una chispa.

Desde ya que más allá de los motivos históricos esgrimidos, se trataba de una provocación montada por los liguistas al movimiento obrero, al que se la tenían jurada. En el acto del hipódromo, donde se hizo presente el mismísimo Manuel Carles, líder y fundador de la liga, y Alberto Montiel (padre el joven muerto en Villaguay), los enfervorizados nacionalistas, ya bajo los efectos de los vapores etílicos que se densificaban bajo el sol de la siesta, empezaron a arremeter contra «el sucio trapo rojo» que los obreros portaban en lugar de las banderas argentinas. También se produjeron enfrentamientos entre los liguistas a caballo de la localidad de Gilbert, al mando del terrateniente conservador Morrogh Bernard (que hoy da nombre a la costanera de Gualeguaychú), y la policía cuando los liguistas buscaban impedir la realización del meeting obrero.

Mientras hacía uso de la palabra el delegado de la FORA, Félix Godoy, apareció por una de las calles laterales una brigada a caballo de la Liga Patriótica, cabalgando a toda velocidad alrededor de la plaza, empuñando sus armas e insultando a los trabajadores con consignas nacionalistas. ¿Su obsesión? La bandera de la FOD: los liguistas exigían que se arríe aquel «sucio trapo rojo», la idea fija de los «nenes bien» provenientes de la clase dominante criolla. Los trabajadores, por su parte, defendieron con heroísmo la posesión de la bandera roja, estandarte de la clase obrera internacional. Los disparos no tardaron en arreciar contra la multitud obrera. Los primeros disparos, de acuerdo con el testimonio de Ateo Jordán (hijo del panadero anarquista de la FOD Ángel Jordán), partieron desde lo alto de los campanarios de la catedral, a la que habrían accedido los liguistas merced a la generosa y cristiana colaboración del cura local. Los primeros obreros en caer victimas de las balas de las armas largas eran precisamente los que portaban la bandera roja, prontamente recogida por otros obreros. Ante la desesperada dispersión de la masa obrera, que se encontraba desarmada, muchos buscaron refugio donde sea, inclusive en la comisaría local. Los muertos, de acuerdo a los diferentes testimonios, osciló entre 5 y 15 personas, todos obreros a excepción de un policía.

 

Ateo Jordán, hijo de uno de los obreros protagonistas del 1° de mayo de 2021

 

Más allá de la masacre, las balas ideológicas

La lucha de clases opera en diversos planos, simultáneamente, y uno de ellos es el ideológico. Además de la lucha política y la lucha económica, la lucha ideológica es aquella que se produce por las conciencias, por el consenso, la que apunta a la construcción de hegemonía. En ese plano, la disputa simbólica por la bandera es de lo más interesante, que hace a la dialéctica entre lo nacional y lo internacional. De acuerdo con una conocida definición de un estudioso del nacionalismo llamado Benedict Anderson, la nación es una «comunidad política imaginada». El problema de esta definición es que parece dar a entender que todos imaginamos lo mismo. ¿Qué nación imaginaba la Liga Patriótica? Básicamente la del «Gran Pueblo Argentino» al que se definía en términos esencialistas como «uno e indivisible con su bandera azul y blanca y su Himno Nacional». Quedan sentadas entonces las directrices de la lucha ideológica que la Liga desplegó contra el movimiento obrero, compuesto mayoritariamente de extranjeros o hijos de extranjeros e identificados con la bandera roja que los hermanaba con sus compañeros de clase allende las fronteras. Por debajo del discurso xenófobo de la Liga, se desnudaba el carácter anti obrero y anti sindical de la misma, en un país donde los inmigrantes fueron fundamentales a la hora de organizar los primeros gremios y asociaciones obreras.

Por último, terminamos por el principio, por el día, el 1º de mayo. En esta lucha ideológica por el sentido de la nación, los días festivos o patrios, fueron utilizados como espacios privilegiados para la difusión de determinados valores simbólicos, que, imbuidos de liturgia patriótica, ritualizan la imaginación de pertenecer a una comunidad indivisa y homogénea, mistificando la nación. Somos todos argentinos. Es así como la Liga el 1º de mayo festeja el Pronunciamiento urquicista, un acontecimiento previo a la inmigración masiva en nuestro país, que se remonta a los orígenes mismos del Estado argentino. Urquiza, el mejor representante de los grandes terratenientes y las clases dominantes entrerrianas (los mismos apellidos ilustres que formaban las huestes de la Liga), lo que ubicaba a estas clases en lugar fundacional del país. Luego vendrían los extranjeros, oscuros sujetos provenientes de ultramar, extraños a lo nacional, agitadores y perturbadores ajenos que, despojados de la propiedad de medios de producción, quedaban despojados también de la nación. Por eso todo intento de organizarse de estos sectores, para las clases dominantes cuyos intereses representaba la Liga era contrario a los intereses de la nación. La Liga pregonaba el llamado «Trabajo Libre», un eufemismo para atacar la organización obrera. Los «trabajadores libres» de lo que estaban libres era de derechos, en rigor eran los trabajadores no organizados, que se oponían a los trabajadores federados.

 

 

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