TEXTO Y FOTOGRAFÍAS AILÉN AGUILAR
Millones de mujeres alrededor del mundo marcharon en el marco del Día Internacional de la Mujer este 8 de marzo, y en Paraná no fue la excepción. Distintas instituciones y asociaciones feministas invitaron a manifestar a las 18 desde la Plaza 1° de Mayo de la capital entrerriana, alertadas por los ataques y amenazas contra las libertades y derechos de mano del gobierno nacional.
A las cinco y media de la tarde ya había un grupo de personas reunidas en la plaza frente a la Catedral. Se podía oír un murmullo general mencionando que esta edición parecía ser distinta, más poblada y diversa.
Muchas se conocían, se saludaban, se buscaban con la mirada. Otras se acercaban a los puestos ambulantes que vendían pañuelos verdes y violetas. Las que llegaban venían con el cabello recogido, viseras, pañoletas como bandana, abanicos. Más de 30° azotaban la tarde, pero el calor no interrumpía el movimiento, los saltos, el baile, los cánticos y bombos.
En su gran mayoría eran mujeres quienes comenzaron a ocupar la calle Su Santidad Francisco. Ellas: niñas, adolescentes, adultas. Algunas incluso llevaban consigo mascotas luciendo pañuelos y carteles. Más allá de la edad, más allá de las banderas políticas que vestían o las agrupaciones de las que formaban parte, todas estaban reunidas bajo los mismos ideales y los mismos lemas. El 8 de marzo de este año tenía como consigna principal: «no somos la casta».
La marcha partió unos momentos antes de las 18:20, y calle Corrientes a lo ancho quedó cubierta de una marea violeta y verde. Se ignoraban los bocinazos de los autos que esperaban cruzar calle Urquiza, Andrés Pazos, Rosario del Tala, y La Paz; y se festejaba con los vecinos que salieron a la calle a aplaudir o acompañar.
En la plaza Mansilla, frente a Casa de Gobierno, las recibía una lona blanca tendida en el suelo, y una bandera que rezaba: «Nosotras, nosotres, no somos la casta. Ni un ataque más, ni un derecho menos». Junto a ella, fotos de Julieta Riera, quien fue víctima de femicidio en abril del 2020, con la leyenda «Justicia por Juli».
Quienes llegaron primero se sentaron en el suelo. Algunas otras se dispusieron a preparar los mates y tererés, o sacaban las botellas de sus mochilas. La multitud en la Plaza Mansilla era tal, que el agua fría viajaba de mano en mano en una especie de complicidad entre las manifestantes. Mientras más gente se asomaba a la plaza, más banderas y carteles con nuevos reclamos comenzaban a aparecer entre las personas. «No es calor, es desmonte», «La olla tiene más bronca que sopa», «Sin monte no hay río», «Salud mental es acceso igualitario a la higiene menstrual», eran tan solo algunos de ellos.
Alrededor de las 19:10, cuando ya una gran mayoría había logrado acomodarse, un conjunto de mujeres tomó el micrófono para leer un documento consensuado por diferentes asociaciones entrerrianas. En este se criticaba duramente la situación sociopolítica y económica del país. El texto comenzaba con: «Bienvenidas compañeras y compañeres. Aquí estamos y decimos: nosotras, nosotres no somos la casta. Somos quienes movemos el mundo y garantizamos el sostenimiento de la vida cotidiana. Nuestro trabajo y nuestras vidas valen».
Un coro general alentaba: «Milei, basura, vos sos la dictadura». En los momentos de silencio, las personas detrás del micrófono continuaban leyendo el documento: «somos las mujeres y disidencias les más perjudicades, ya que la feminización de la pobreza, las violencias, femicidios y travesticidios han aumentado un 33% en el último año.»
Se hizo alusión a las medidas económicas tomadas en los últimos meses, que en la actualidad han dejado a alrededor de 27 millones de personas bajo el índice de pobreza en el país. Además, se mencionó la particularidad de que los trabajos feminizados y jubilaciones son aquellos peores pagos, los más ajustados, y desfavorecidos frente a los tarifazos. Se reprocharon los recortes a Universidades y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), y a los comedores populares. «Exigimos que se declare la emergencia alimentaria», exclamaron.
También repudiaron el proyecto de Ley Ómnibus y el protocolo antipiquetes de Patricia Bullrich, argumentando que es «inconstitucional», y que cercena «un derecho básico como el de la protesta». Los aplausos, los chiflidos, los bombos, no tardaron en oírse nuevamente.
Se criticó, a su vez, el gobierno provincial: «Frigerio tiene el tupé de hablar de esfuerzo, haciéndose el desentendido con quienes nos manifestamos por una vida digna». Se exigió el cumplimiento de la ley de Educación Sexual Integral en las escuelas, con visión científica, con perspectiva de género, laica, antirracista, no capacitista y no binaria. «¡Que se respeten y celebren nuestras infancias libres!». Además, se pidió por la correcta ejecución y acceso a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo y la Ley Micaela.
Se solicitó justicia por los femicidios y travesticidios que aún quedan impunes; y ante la violencia lesbofóbica – el 7 de marzo se conmemoró el día de la Visibilidad Lésbica, en homenaje a Pepa Gaitán, asesinada en 2010. «Según el Observatorio “Lucía Pérez”, en lo que va del año 2024 hubo 71 femicidios (…), cada 26 horas una de nosotras es asesinada», comentaron, y añadieron el pedido de aparición con vida de Tehuel de la Torre.
Ambiente y cultura también formaron parte de este reclamo. Se remarcó la importancia de la cultura y el arte como una «manera de mostrar el mundo y también la manera de crear otros mundos posibles donde quepamos todes», y agregaron la petición de frenar el racismo y la persecución racial. También se recalcó que «sin naturaleza no hay vida, nuestros cuerpos y continente no son territorio de conquista».
Repitieron una vez más el lema de esta edición de la marcha, y se dio paso a la intervención artística. Una mujer recorrió rápidamente alrededor de la lona blanca en el suelo pidiendo que hicieran un paso para atrás porque iba «a haber fuego». La expectativa, sobre todo en las más pequeñas, creció de manera exponencial.
Un grupo de bailarinas se acercó al centro del plástico al ritmo de This Is Not America de Residente, versionado en vivo por Danila, una artista paranaense. Bailaban enfrentadas a otras que, paradas detrás de las primeras filas del público, vestían cartones que de manera burlesca emulaban al Fondo Monetario Internacional, a Javier Milei, a la motosierra. Algunos reían, otros aplaudían, silbaban.
El momento que se llevó la mayor atención del público fue, quizás, cuando quitaron los cartones de sus cuerpos, colocaron una especie de tacho con fuego en el centro de la pista, y quemaron la motosierra. La gran mayoría sacó sus celulares para capturar el momento con una foto o video. Y los gritos de aliento retumbaron detrás de las paredes de Casa de Gobierno, alumbrada con luces rosadas.
El espectáculo finalizó con una actuación de un grupo de artistas que, con aros, bastones y muñequeras con fuego, bailaron al ritmo de los bombos. Las manifestantes, ocurrentes, acompañaron casi hasta el final con el canto de «somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar».
Eran las 20:10, una brisa alivió las altas temperaturas y el cielo ya había oscurecido. Una vez apagado el fuego, extendieron sus manos al público e invitaron a unirse al baile para despedir la jornada con el calor del feminismo.
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