TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
Detrás de unas cervezas bien frías está la firma de Jorge Luis Borges estampada en una pared. No es la única conocida: la letra y rúbrica de la madre de Julio Cortázar se adivina en la entrada, cerca de un pizarrón promocional. Ese cambalache de mercadería y resabios de intelectualidad convive en un pequeño quiosco de Laprida 17, a metros de la peatonal San Martín, frente a la plaza Alvear en pleno centro de la capital provincial.
El lugar había sido noticia en 2011, cuando se conoció la existencia de paredes autografiadas por visitas de otros tiempos. Varios años después, el tema está casi olvidado y nada se ha hecho para proteger esos escritos. Horacio Piceda, entonces concejal, fue quien dio a publicidad el asunto. «Fue una casualidad. Venía justo ese día pensando en cosas viejas y sacando fotos con el celular», le contó a 170 Escalones. «Pasé por ahí y me llamó la atención, había un tipo pintando, pedí permiso para ver y empecé a reconocer algunos apellidos, como Borges. “Recién saqué una alfombra que estaba acá y estaban esas firmas”, dijo el pintor. Le empecé a sacar fotos», rememoró Piceda.
«La de Borges está atrás de una de las heladeras», confirmó el empleado actual asomando por el muestrario de chocolates, alfajores y caramelos. Imposible acceder a ella: una guardia de máquinas de frío oficia de barrera hacia la pared izquierda (entrando por Laprida). El muro derecho también está recubierto de escritos, esos sí al alcance de la mano. «Prácticamente nadie pregunta, excepto algunas personas mayores que han venido y conocen la historia», señaló el vendedor.
Además de la de Borges, están las rúbricas de María Esther de Miguel; de Edmundo Guibourg; y de Celina y Marta Cortázar, madre y hermana de Julio Cortázar, entre otras. Elida Guzmán, que dirigía la revista Orquídea y falleció a mediados de 2020, es a quien están dedicadas las estampas de los y las que visitaban ese pequeño reducto.
En ese local funcionó la redacción de Orquídea (que dejó de editarse en la década del cincuenta del siglo pasado) y fue sede del Fondo Nacional de las Artes. Después sirvió de cochera y finalmente se alquiló para negocio. Cuando se descubrió lo que había detrás del empapelado, en 2011, se había acordado cubrir las firmas de los personajes culturales con algún tipo de material que las proteja. Hoy, todo está igual.
Sí, así es….paredes con historia.
Dicen que se muere dos veces, cuando se produce la partida física y cuando ya nadie nos recuerda.
Creo que debemos rescatar del olvido ese trozo de historia para sensei.
Ví que a la propietaria, Elida Guzmán, algunos concurrentes la llamaban “la décima musa”!!
Qué escenas pasadas recuerdan esos muros?
Siento pena al pensar que estas paredes, valiosos testigos de hermosos momentos allí vividos, puedan deteriorarse, perderse…
Honremos su memoria