29 de marzo de 2024

La transición ecológica

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

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Jorge Daneri vive en Holanda desde hace casi una década. Va y viene unas cuantas veces por año entre Ámsterdam y Paraná, aunque en el último tiempo hizo ese viaje más recurrente debido a la transición entre organizaciones (de la que formó parte a la que pertenece): M´Biguá dejó de existir mientras que surgía CAUCE. De eso conversamos una tarde de lluvia, así como de sus inicios en las causas ambientales, del presente y del futuro de estas luchas –es decir, de las nuevas generaciones-, de los planes actuales de los represores de ríos y de las alianzas estratégicas para enfrentarlos.

 

 

¿Qué es CAUCE?

Es una organización liderada por casi todos jóvenes. Cumplió su año informal y, en términos jurídicos, en abril de 2019 cumple su primer año de personería. Es una continuidad, de alguna manera, de lo que era la Fundación M´Biguá, organización ecologista de varios años en la ciudad que hizo un proceso interno y su conducción política tomó la decisión de que había cumplido una etapa. Como habíamos otros que queríamos seguir para adelante, refundamos desde CAUCE, que quiere decir Cultura Ambiental Causa Ecologista, con una “u” en el medio que une y construye esta palabra. Estamos aprendiendo, en mi caso personal, a hacer una transferencia tranquila, ordenada, pero paso a paso y constante, lo más sistemática posible, a los que vienen. Es una apuesta a los jóvenes y a descubrir un diálogo de saberes con las nuevas generaciones.

 

¿Qué pasó con M´Biguá?

Creo que el gran problema de estas organizaciones es cuando se enquistan hacia adentro, cuando se burocratizan. Quisimos dar un salto cualitativo que implicaba una discusión profunda de qué organización queríamos, qué saberes incorporar, cuál iba a ser el rol de género y de co liderazgos de género, y cuál iba a ser el proceso de incorporación de nuevos jóvenes a una organización que estaba integrada por gente de edades avanzadas y problemas de salud, cosas absolutamente naturales. Pensamos que había que hacerlo de manera profesional, se contrató a una persona formada en transiciones organizacionales que hizo un trabajo profesional de excelencia, pero en un momento la gente mayor empezó a tener miedo. A sentir que su zona de confort se tocaba, era vulnerable, se rediscutía todo, incluso la gestión de recursos. Eso puso en crisis a la organización hasta que se expresaron los miedos: “no confiamos en los jóvenes”. Las mujeres empezaban también a adquirir un rol relevante en una organización integrada por hombres en sus roles claves y directivos. Eso generó una crisis en la que esta gente decidió cerrar la organización, algo que desde nuestra lógica es lo más insustentable que uno puede imaginar en una organización ecologista que tiene el discurso hacia la sociedad de que las democracias se tienen que fortalecer y garantizar, con una transición democrática hacia la sustentabilidad en todas sus dimensiones. Los primeros que la tienen que saber hacer, o intentar hacer, son las propias organizaciones hacia adentro. Esto es una enorme contradicción. Si nuestro principal documento es el manifiesto por la vida para una ética de la sustentabilidad, ¿cómo vamos a decidir extinguirnos si luchamos contra la extinción de las especies? Pero hay un aprendizaje. Quizás tenía que pasar lo que pasó para que naciera lo otro.

 

¿Cómo vivís este momento de transición entre organizaciones?

Por mi parte, con la responsabilidad de lo que no supo, no quiso o no comprendieron estas generaciones de primeros ecologistas de Paraná, que era hacer este salto cualitativo a quienes van a tomar las grandes decisiones en nuestra tierra, que son decisiones radicales porque las generaciones que vienen son las que van a resolver lo que va a pasar en este planeta, que está en una crisis de civilización que necesita reformas extremas garantizando la transición democrática hacia la sustentabilidad. Es un entregarse a los jóvenes.

 

¿Quiénes son los integrantes de esta nueva grupalidad?

Son profesionales, algunos recién recibidos, con experiencias, posgrados en diversidad biológica, derecho ambiental, derechos humanos, género y ambiente. Se han incorporado recientemente chicos que vienen desde la ingeniería agronómica con una mirada hacia la agroecología.

 

¿Promedio de edad?

Si me sacás a mí, que tengo 57, estamos en los 28 años.

 

¿Cuántos son en el núcleo duro?

Siete personas rentadas a tiempo parcial y unos siete voluntarios. Sin contar la junta de administración que son cinco personas entre presidente, secretario, tesorero y dos vocales.

 

 

¿Cómo se financian?

Hay un apoyo de una Fundación Mott, relativamente radical de los Estados Unidos, para el seguimiento de proyectos de mega infraestructura, represas hidroeléctricas y artificialización de ríos. Nos está ayudando a seguir los procesos de la represa Garabí Panambí en el río Uruguay y la hidrovía Paraná-Paraguay. Esta fundación también financió mucho la Coalición Ríos Vivos. Y tenemos otro fondo relativamente nuevo, Dob Ecology, de Holanda, que apoya un programa de unas diez organizaciones en la Cuenca del Plata.

 

¿No los condicionan estos apoyos económicos?

Para nada, porque es una condición sine qua non que nosotros podamos construir con libertad, con creatividad, con un dialogo muy franco con el donante. En el caso de Mott viene apoyando organizaciones de Sudamérica incluso radicales algunas, como Amigos de la Tierra, que trabaja mucho con Vía Campesina, hoy declarada ilegal por el presidente electo de Brasil.

 

¿Cuál es tu papel?

Responsable del área de incidencia política dentro de la organización. Y de alguna manera, de acompañar en ese proceso de transmitir experiencia, red de contactos, y trabajar mucho los aspectos jurídicos políticos con los abogados.

 

Hay muchos profesionales y especialistas en el grupo, ¿va por ahí la lucha ambiental?

No, no, de ninguna manera. Eso sí, para atacar un estudio de impacto ambiental mal hecho, para mejorar un proyecto de ley o hacer una acción judicial delicada hay que tener una base de bastante solvencia técnica con formación. Pero a la vez, acá se está dando una realidad desde hace varios años en el movimiento socio ambiental de Entre Ríos, donde están los movimientos asamblearios, los ecologistas sin títulos universitarios, y se da un intercambio de saberes populares, de saberes sociales y académicos muy interesantes. Nosotros recibimos una riqueza muy grande, por ejemplo, de los pescadores que en su momento lograron frenar un proyecto de generación de energía por biomasa en Puerto Ruiz, gracias al diálogo del Foro Ambiental de Gualeguay que pidió nuestro apoyo. La gente en territorio con una organización de Paraná permitió frustrar un puerto dentro de un humedal, que iba a ser un disparate, sin estudios de impacto de nada ni ordenamiento del territorio para esos fines. Esto se da por territorialidad y alianzas estratégicas que dan resultados. Dentro de nuestros voluntarios también hay gente sin títulos universitarios, pero técnica y políticamente necesitábamos un núcleo lo más sólido posible. Todavía nos faltan algunos saberes, para lo cual nos aliamos con otras organizaciones que sí los tienen y nos fortalecen. Por ejemplo, con el Taller Ecologista de Rosario, que trabaja el tema de soberanía alimentaria.

 

Otro rasgo distintivo es que quienes tienen especialidades técnicas en CAUCE, en su mayoría provienen de universidades privadas.

Yo vengo de la universidad pública, soy reformista, vengo de la antítesis de este escenario. Y ahí pienso que hay que dejar fluir: si una abogada con posgrado en derecho ambiental que trabaja dentro de la justicia federal viene y te dice que dejó eso para ejercer derecho ambiental y militarlo desde una ONG, hay que estar abiertos a esto. Podemos caminar por caminos parecidos hacia objetivos y sentidos de vida que se tocan mucho. No generé un tabú o un miedo ahí, al contrario, también las dinámicas y las realidades sociales han cambiado mucho como para que uno ponga un veto o un preconcepto; hay que abrir cabeza permanentemente.

 

 

Venís de formación radical, ¿cómo te ubicás en el escenario político actual?

Sí, mi formación es esa. Me desafilié (de la UCR) en 2003. Ahora me ubico dentro de lo que es la ecología política, más allá de que no tenga una expresión partidaria en el país, infelizmente.

 

¿Cuándo empezaron a interesarte los problemas ambientales?

Hay dos hechos. Una es mi madre (Gloria Montoya), muy fuerte, era artista plástica, poeta. El río aparece en todo su arte, en toda su poesía: su influencia es muy fuerte. Lo otro es, siendo concejal de Paraná, con 28, 29 años me intereso por la figura del ombudsman, el defensor del pueblo. Me pongo a estudiar esto y presento un proyecto en mayo de 1988, acompañado por el doctor Eduardo Acosta. Demoró muchos años en salir la institución en Paraná, pero ahí me empiezo a enamorar de los intereses difusos, los derechos colectivos. Termino la concejalía y hago un posgrado en derecho ambiental, el primero, en el que éramos siete cursando en la Universidad Nacional de Córdoba. En 2001 decido cerrar mi estudio y dedicarme a esto dentro de las organizaciones ecologistas.

 

Tuviste, además, experiencia en un ministerio nacional durante la Alianza.

Integré un gabinete político en el primer año del gobierno de la Alianza, en el año 2000. Era un gabinete de tres personas del secretario Oscar Massei, quien reemplazó a María Julia Alsogaray. Era el único radical en un gabinete del Frente Grande. Duró un año, renuncié porque tenía la sensación de que el ministro no tenía realmente interés por la función que estaba cumpliendo. Era una decepción, después de un año decidís si te vas o te quedás.

 

¿Por qué te desafiliaste de la UCR?

Por diversos factores. Creo que hay una contaminación positiva de la ecología política, me empezaron a gustar enormes pensadores como Leonardo Boff, Enrique Leff, Carlos Galano, Marta Maffei. Cuando dejé la función pública fui docente en la CTERA en la Escuela (de Formación Pedagógica y Sindical) Marina Vilte, que tenía dos líneas de posgrados: una en derecho humano, y otra en ética para la sustentabilidad. Todo eso me llevó a un lugar respecto a lo que estaba pasando en esos años con el radicalismo que me consideraba totalmente fuera de encontrar un sentido de vida política. Y ni hablemos ahora, es mil veces peor, es una enorme frustración que se arrastra de lo que era el radicalismo de aquellas otras épocas cuando renacía la democracia.

 

En los noventa, durante la lucha contra las represas del Paraná Medio hubo una época en la que iban codo a codo con Daniel Vezeñassi. ¿Por qué el distanciamiento?

Con el Dani, sí. Daniel Verzeñassi para mí es un hermano enorme, lo sigue siendo. [Se emociona, hace una pausa, luego se repone y continúa] El hecho concreto es que el Foro Ecologista de Paraná venía creciendo, era una de las organizaciones más fuertes del interior del país, con 17 o 18 personas rentadas. Habíamos logrado un financiamiento de (Fundación) Avina muy interesante. Nos habían aprobado dos proyectos importantes. Entonces se da todo un proceso de estudio, liderado por Daniel, sobre las críticas que tenía Avina. Discutimos durante nueve meses en el Foro y decidimos, colectivamente, no aceptar el financiamiento para mantener el grupo unido. Durante este proceso y después, Daniel y un grupo de gente plantean que hay que volver a un voluntariado total, sin recibir fondos de nadie. Otro grupo dice no, nosotros estamos trabajando en esto, nos gusta lo que hacemos, creemos que se pueden recibir fondos mientras no sean de los actores políticos partidarios que conducen transitoriamente el país, la provincia o la ciudad. Que se podía ver según la fuente, aceptar o no fondos de otros donantes, como lo hacen cientos de organizaciones en todo el país, de las más radicales a las más conservadoras. El planteo fue que no, entonces decidimos, un grupo de gente, no disputar más nombres, lugares, ni bienes materiales. Así que ellos siguieron con el Foro y nosotros formamos M´Biguá, entre fines de 2005 y febrero de 2006.

 

¿Cómo es la relación actual entre organizaciones?

En este momento CAUCE está teniendo el privilegio de, en dos o tres escenarios, articular y trabajar en conjunto con el Foro Ecologista de Paraná y acompañar procesos que ellos lideran, como el amparo con AGMER por las fumigaciones a distancia de escuelas rurales, que es una acción heroica que puede producir un punto de inflexión en el mundo, no solo en la provincia.

 

¿Qué análisis hacés de la reacción del gobierno provincial de apelar y de publicar un decreto?

Creo que hay un problema notable de desigualdad en los diálogos por la ausencia del funcionamiento del Concejo Económico y Social que establece la Constitución de la provincia. Ese era el ámbito apropiado para un diálogo igualitario, equilibrado, sistémico y sistemático. Acá los tiempos con las organizaciones ambientales y de la producción son distintos: no son compartidos, colectivos ni sistemáticos; son apurados y bajo presión. En función de esto ahora son las urgencias de algo que hace años se viene denunciando y planteando. Por lo tanto, creo que el decreto deja mucho que desear porque su construcción es débil, no es profundamente democrático ni participativo. Se habla con las organizaciones ambientales cuando ya se tiene cartas debajo de la manga, jugadas y firmadas. Hay problemas de deslealtad en el diálogo y los tiempos no son los de una conversación constructiva. Como hay una causa en trámite quiero ser muy prudente, pero sin duda creo que el decreto tiene falencias y ausencias que no dejan de sorprender en los fundamentos, y que por lo tanto puede ser atacable por distintas vías.

Creo que (Gustavo) Bordet está en una gran disyuntiva. Hay un escenario de poder y una construcción de equilibrios políticos –otro dirían de alienación política- en la que existe una dependencia económica del gobierno central monstruosa. El fallo del juez y la ratificación del Superior Tribunal de Justicia desnuda una política que hoy no la fija el Congreso de la Nación, sino tres o cuatro corporaciones que están definiendo y consolidado lo que llamamos la «zona de sacrificio» en el sur del mundo, Argentina incluida.

 

¿Qué es la «zona de sacrificio»?

Zona de sacrificio para la expansión del modelo sojero sin límite, para la forestación con exóticas, la megaminería, etc. Uno hubiese deseado que no apelaran, que se diera un debate hacia dentro de Entre Ríos, que el gobernador convocara a un concejo económico y social que discutiera cruda y económicamente esto, y eso no se lo está queriendo hacer.

 

 

¿Cómo ves el panorama de la lucha socio ambiental en los próximos años?

Vienen momentos muy duros. Si uno mira lo que ha sucedido en Brasil, la tendencia hacia Sudamérica es muy delicada y compleja. Se van a generar procesos que van a obligar a decisiones radicales, que pueden ser totalitarias o profundamente democráticas. Desde CAUCE hacemos una gran apuesta a los movimientos sociales, a los procesos de abajo hacia arriba, a las tensiones fruto de las incidencias políticas y de la gente en la calle, en paz. La ronda de los  martes es un ejemplo formidable que lidera el Foro Ecologista con la Asamblea Basta es Basta; es fantástica, una apuesta a esos procesos, a esa colectivización.

 

El asunto es que los movimientos sociales en la disyuntiva electoral toman partido, y hemos visto que en las últimas décadas los gobiernos de signo progresista no cambiaron la matriz extractivista.

El gran drama argentino es el cara o ceca entre kirchnerismo y macrismo. Estoy convencido de que se tiene que conformar un movimiento de ecología política en el país. Se estaba construyendo el Partido Verde y quienes se quedaron con ese sello hoy son legisladores del PRO. Una vergüenza total en términos ideológicos; ha habido una gran traición. Juan Carlos Villalonga es diputado nacional del PRO, y el Partido Verde fue succionado –como el radicalismo- por esta estructura macro comunicacional que desde las campañas, las redes y los expertos construyen un partido político vacío. El movimiento de ecología política implica un desafío enorme, pero creo que es posible, hay procesos interesantes y convocatorias que por ahora son más de sectores académicos. Pienso que en los próximos seis o siete años esta tendencia va a empeorar, gane quien gane en la próxima elección, porque hay una presencia de las corporaciones: Monsanto, Shell, Chevrón, todos estos monstruos que han logrado que se firmen acuerdos muy graves durante el kirchnerismo y con este gobierno. El tema de la corrupción es tan vasto que nos pone en ese lugar de la inexistencia de los espectros del arco iris, y el progresismo kirchnerista le dejó en bandeja a la derecha para que hoy pase lo que pasa. Todo lo que es progresismo en Latinoamérica parece sinónimo, pero hay diferencias enormes.

 

Hace poco estuviste en los pantanales brasileros, ¿a qué fuiste?

Hicimos una reunión anual de uno de los programas en los que hay 19 organizaciones, Humedales Sin Fronteras. Trabajamos cuatro o cinco ejes estratégicos: el seguimiento del megaproyecto de la hidrovía Paraná – Paraguay; escenarios positivos de agroecología en territorio; concepto de corredores bioculturales; seguimientos de represas proyectadas, estudios finales en un rio de llanura con el cierre norte entre Goya y Reconquista. Esto es muy nuevo: nos encontramos que como alternativas proyectan tres o cuatro cierres desde Reconquista hacia el sur; es decir, también en Entre Ríos. Además, seguimos de cerca los convenios firmados entre Argentina y Holanda de manera crítica respecto al plan de desarrollo del delta basado en conectividad de rutas, así como la hidrovía artificial paralela al río Paraná, monumento a la monstruosidad ingenieril para profundizar el modelo sojero y mineral, desde Arroyito, Córdoba, hasta Bahía Blanca.

 

O sea que próximamente se reeditará la lucha contra represas en la provincia…

El escenario apunta a esto. Creo que depende mucho de nosotros de pararlo a tiempo, como ha sido en otros momentos. Los escenarios preelectorales son importantes en esto. La Universidad Nacional del Litoral, en su facultad de ciencias hídricas fue contratada, como la Universidad Nacional de La Plata, para hacer un trabajo al que logramos acceder, así que estamos estudiando todo ese material. Se plantea incluso un posible cierre en Villa Constitución, al sur de Rosario, un disparate. La Comisión Mundial de Represas se reunió en el año 2000 y llegó a la conclusión de que no es económicamente rentable ni ecológicamente aceptable construir megarepresas en un río de llanura. Y este proyecto se llama así: «Represa en río de llanura».

 

¿Pensás que cambiará el paisaje de los humedales y del delta en los próximos tiempos?

Creo que tenemos muchas chances, al menos en Entre Ríos y Santa Fe, de preservarlos como están. Frenar los endicamientos sojeros, arroceros, la ley de privatizaciones. Hay alianzas de organizaciones muy lindas y fuertes como la Asamblea el Paraná No Se Toca, de Rosario, gente de Victoria, el Taller Flotante, en Gualguay también, etc. Entre Ríos, con su capacidad de movilización social, puede poner límites.

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